Horas de pesadumbre y de tristeza
paso en mi soledad. Pero Cervantes
es buen amigo, endulza mis instantes
ásperos y reposa mi cabeza.
Él es la vida y la naturaleza.
Regala un yelmo de oros y brillantes
a mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.
Cristiano y amoroso caballero,
parla como un arroyo cristalino.
Así le admiro y quiero,
viendo cómo el destino
hace que regocije al mundo entero
la tristeza inmortal de ser divino.
Rubén Darío