Al contrario que los cristianos, que pasan por el purgatorio antes de ir al cielo, los escritores que lo fueron todo en su tiempo, pasan de la gloria al purgatorio del olvido y de las librerías de viejo.
Allí están ahora Umbral y Cela, bebiendo y jugando a las cartas, aburridos porque nadie se acerca a darles conversación.
Y menos que nadie los que más les adularon en vida.