También los cipreses, como los monjes, han hecho voto de silencio en San José de las Batuecas. Por eso, paseando a su lado en las tardes de verano, solo se escucha el chirrido de las chicharras y el latido de nuestro propio corazón.
Por muchas cosquillas que desde cemeterios o monasterios tantos muertos o vivos traten de hacerle con las copas puntiagudas de los cipreses, Dios siempre impasible arriba en su Cielo.
Tampoco en las Batuecas: Dios no tiene cosquillas.
ResponderEliminarEnigmática observación.
ResponderEliminarJLGM
Observación juguetona, infantil, me temo:
EliminarPor muchas cosquillas que desde cemeterios o monasterios tantos muertos o vivos traten de hacerle con las copas puntiagudas de los cipreses, Dios siempre impasible arriba en su Cielo.
Ahora queda más claro. Y tienes mucha razón.
ResponderEliminarJLGM